Fué nuestro enfant terrible, un borracho Rimbaud montado en El Barco Ebrio. Halló en el alcohol la llave de acceso a los paraísos artificiales donde encontrar la trascendencia poética y musical para sus canciones. El mandamiento del desarreglo de los sentidos lo enfila en la comunidad de artistas decadentes, de Baudelaire a Jim Morrison, que tanto admiramos por su decidida arremetida contra la moral y las costumbres burguesas, la evasión de la realidad cotidiana y la exaltación del heroísmo individual y desdichado.
Este 16 de marzo, vísperas de la pasión de Cristo, Katarro habría cumplido 52 años si a la intolerancia no le fuera menester derramar la sangre del inocente.
El 13 de julio, en cabo de año, bien vale una serenata de amigos y admiradores, por el alma de este cantautor que dejó versos insondables para cantar, como este:
"ojos que se quieren más cuando se miran de lejos
no son ojos sino espejos donde las almas se ven".