Poeta Maldito
Tierra de atletas
Nuestra urna centenaria
En este pueblo si hay ladrones
El arte del robo evolucionó con el desarrollo económico y tecnológico de la sociedad: Cuando las bicicletas en La Ceja eran un objeto de lujo para una familia, no como ahora que se tienen hasta cuatro o cinco en una misma casa, entonces el robo se hizo industria y generó deshuesaderos y mercado negro de bicicletas. Este tipo de ladrón en nuestro pueblo llegó a hacerse tan célebre como para aparecer, con fotografía y todo, en los periódicos locales. Luego evolucionó el robo con la modalidad residencial cuando llegó el auge de la vivienda popular con nuevos barrios donde la falta de oportunidades hicieron incubar nuevos ladrones, como fue el famoso caso de "El fufa", que azotó Altos de la Argentina y quien fuera atrapado debajo de una cama, con las manos en la masa.
Pero esas historias que inspirarían una película italiana de la posguerra y al cuento garciamarquiano de un ingenuo ladrón, están hoy fuera de contexto porque las condiciones actuales han demandado un perfil de ladrón con mayor ingenio y atrevimiento. La aparición de cajeros electrónicos, por ejemplo, retó de tal manera la imaginación criminal para cometer un asalto, que entre la variedad de formas de hacerlo, a mano limpia y ante la mirada impávida de testigos, mueve a la admiración y la risa.
Y del ingenio hace pocos días pasamos al descaro, cuando dos atrevidos muchachos asaltaron un banco en plena Plaza principal, y salieron por el mismísimo parque, como si nada, con 13 millones de pesos. Esta noticia puede recordarnos al villano Guasón con su malévola sonrisa burlando la ley, pero de la ficción a la realidad esa burla del ladrón es una afrenta más al sentido de sociedad y de justicia que acaso tengamos los ciudadanos de La Ceja.
A un viejo ciego que nos dejó la Odisea y la Ilíada.
Por Henry Posada
Para Oscar Cardona, pintor de soledades.
No sabemos si era uno o muchos. Ni siquiera sabemos si existió o lo inventamos para dar un dueño y una leyenda a los poemas que fundaron el mundo en que vivimos, las cuencas vacías de sus ojos iluminan como dos soles las aguas, las islas y las playas del mediterráneo. Tampoco sabemos si las historias que cantó tuvieron raíces en la historia real o fueron fantaseadas por su imaginación incandescente. Yo lo adivino como un viejecito bondadoso y excéntrico divirtiendo a niños y ancianos con fabulosas aventuras de guerreros y monstruos en una época inusitada en que hombres y dioses andaban entreverados y las batallas se ganaban con caballos de madera, elíxires y magias, lo diviso entre sombras y chisporroteo de fogatas, en aldeas con olor a vino y aceite, pulsando su lira, acompañado por el murmullo del mar y la resaca, rodeado de caras expectantes. Su fantasía y su verba embellecían las anécdotas que traían los marineros de sus viajes: las canciones voluptuosas de las sirenas, los mordiscos de Escila y los soplidos de Caribdis que hundían a los veleros y los náufragos que se tragaba Polifemo. En el corazón de sus mitos palpitaban las chismografías de los ancianos, las endechas de las viudas y las letanías de las madres cuyos hijos raptaron los piratas para convertirlos en remeros. Imagino su cabeza como un volcán que crepita no lava ni fuego sino historias, una sinfonía de heroísmos, apariciones, pesadillas, bravatas, amores, hechicerías y fastuosas celebraciones de dioses y diosas con hombres y demonios. Nadie sabía de dónde venía y a dónde iba, sus barbas eran blancas, y sus ojos antes de vaciarse eran azules. Su túnica tenía mil remiendos y sus sandalias tan gastadas habían dado la vuelta al mundo y al trasmundo. El encanto de su voz , la suavidad de sus palabras el color y la fosforescencia con que narraba daban a sus historias la fuerza contagiosa de la danza y la música, esa estela que perseguía a sus oyentes en el sueño y los incitaba a aprender sus versos de memoria a repetirlos de padres a hijos de pueblo en pueblo y de siglo en siglo, hasta nosotros. Gracias, abuelo, inventor del occidente. Qué pobre sería nuestra historia sin tus historias, qué mediocres nuestros sueños sin tus sueños…
En busca de la negritud cejeña
Esas otras independencias
La Ceja conquista Bilbao
El Conciertazo y el toque y toque de la Banda Sinfónica Infantil y Juvenil de la Ceja del Tambo
El concierto del 7 de julio se transformó en minutos en un conciertazo, no sólo por la calidad de los músicos adolescentes y jóvenes, sino por el impacto que produjo en el auditorio. Prueba de ello, algunos testimonios: “Tomame una foto que se vean los muchachos atrás que voy a EE.UU. donde mi familia y vean que bonito fue este concierto” –comenta- María, una valluna residente en Bilbao y miembro de la Asociación de Colombianos y Colombianas en el País Vasco, ASOCOLVAS, una de las entidades organizadoras del evento. “Yo quiero una foto con el director” –señala- Estela Galindo “es que “son muy profesionales y nos hacen sentir más grandes” –agrega- . “[…] que belleza hermano, camine vamos a ver el partido para completar la alegría” –dice- James Brito de Armenia, después de que en el auditorio quedaran pocas personas.
Además, no sólo la sensibilidad de los y las colombianas asistentes constató la presentación de esta extraordinaria banda. Por ejemplo, ver el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, bailando cumbia con una bailarinas de la agrupación musical, o notar en el rostro de los invitados vascos la alegría de la música colombiana, fue sencillamente elocuente.
“Me hubiera gustado escuchar sin micrófono al vocalista, con esa voz extraordinaria y la calidad de la banda me quedé muy sensibilizado con la música colombiana” –indica- Óscar Seco, parlamentario del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, por el País Vasco en Madrid.
Cabe anotar que después de varios años en el País Vasco pocos eventos nos habían causado tanta emoción y mostrado tanta calidad. Escuchar los himnos colombiano y antioqueño interpretados por la Banda Sinfónica de la Ceja del Tambo, engalanó las personas migradas y dio una categoría que choca contra la discriminación de tono subido que viene dándose por la crisis económica mundial. En la que desafortunadamente muchas personas europeas califican negativamente las personas colombianas. Este conciertazo fue en parte esa respuesta sencilla y sobria de la cultura colombiana a esa calificación injusta y poco documentada.
Por otra parte la banda paseó la geografía colombiana con los vientos y los tambores: los clarinetes describían el Caribe insinuando la grandeza del porro colombiano y la combinación de las flautas traveseras acompasadas con los saxofones, el fagot y los cornos en los bambucos, esparcía las montañas del centro del país y la zona andina en el auditorio. Vale recordar que el elemento afrodescendiente de la cultura colombiana expresado en la interpretación del mapalé trajo a la memoria de los y las colombianas la realidad de las raíces africanas.
Y aquí nos preguntábamos: ¿Qué pensamientos le generará a los y las vascas y como ejemplo al alcalde de Bilbao esta riqueza en su patio? Sabiendo, además que Iñaki Azkuna, sin su título, es un apasionado de la cultura, que conoce bien las escuelas occidentales de arte y reconoce un pincelazo mal puesto como una mala nota o que sabe que en la cultura vive el espíritu del arte cuando se posa sobre una obra de calidad, de trabajo y disciplina. Por lo demás y como aprendizaje, estas condiciones de un político como Azkuna hacen que en su ciudad el arte progrese, que los museos no se mueran en la historia, o que en sus calles -como en Bilbao- el arte vaya de la mano con el barrendero o el curador; o que la iniciativa de los jardines artísticos, esos city gardens, de los que Bilbao es pionera, estén hoy en Medellín y luego viajen a Nueva York con la misma intensidad que se ha vivido en Bilbao esa muestra y otras tantas de esta categoría.
Esta ciudad, que pasó de gris a azul, en pocos años, es decir de la nubosidad, consecuencia de los periodos de bonanza en virtud de la industrialización del acero y de su prestigiosa historia de navegantes, de astilleros, al cielo despejado de una ciudad en su mayoría de gestión y servicios y una de las residencias más alegres de uno de los museos de arte moderno más bellos del mundo: el museo Guggenheim. En esta ciudad, más de 12 mil colombianos residen, y en esta misma villa la Banda Sinfónica Infantil y Juvenil de la Ceja del Tambo lució como parte de un país, que contrario a lo que le decía una colombiana a su director, Juan Felipe Arias, “es que no me imaginaba que hubiera algo bueno así en Colombia y en Antioquia” a lo que el maestro con la delicadeza con la que se distinguió en la ejecución de este conciertazo en el evento, ante los y las vascas, le contestará que “cientos de jóvenes y adolescentes se vienen formando desde los años 90s” para mostrar el talento colombiano. Es claro que esta banda es producto de esa Colombia que miles y millones de conciudadanos desconocen y que al estar en el extranjero se les dificulta entender y apreciar, por ello, en esa tarea didáctica, es necesario el entendimiento entre culturas y la cooperación como se ha dado ahora.
Tampoco cabe duda de lo fundamental que resulta de la concienciación y participación de las autoridades colombianas y locales. En el primer caso, son ellas las encargadas de exponer los aspectos positivos del país, como sucedió en este caso. Así se evidenció con la asistencia el que tomaron parte la señora Ruth Mery Cano Aguillón cónsul de Colombia en la ciudad de Bilbao y como no podría ser de otra manera, la presencia de Rubén Darío Bedoya, alcalde del municipio antioqueño de la Ceja del Tambo que viajó con la comitiva. En segundo lugar, las autoridades locales apoyaron el evento y acompañaron el colectivo colombiano en su celebración. Se destacan, entre ellas, además del alcalde Azkuna y el parlamentario Óscar Seco del PSOE, citados con anterioridad, a Josu Bergara, responsable de la Dirección de Igualdad y Derechos Ciudadanos de la Diputación Foral de Bizkaia; la concejala del Ayuntamiento de Bilbao, Nekane Alonso, etc.
Finalmente el conciertazo terminó con el deber cumplido sin que rodara ninguna pelota pero si echara andar una forma de comprensión de un país por el que debemos seguir adelante.