Cuando los nazis vinieron por los comunistas, me quedé callado; yo no era comunista. Cuando encerraron a los socialdemócratas, permanecí en silencio; yo no era socialdemócrata. Cuando llegaron por los sindicalistas, no dije nada; yo no era sindicalista. Cuando vinieron por los judíos, no pronuncié palabra; yo no era judío...
Cuando vino la guerrilla a reclutar campesinos, no protesté; yo no vivo en el campo. Cuando vinieron los paramilitares a desplazar finqueros, no lo reproché; yo no tengo finca. Cuando vinieron los terroristas a bombardear bancos, me encogí de hombros; yo no tengo cuenta de ahorros. Cuando vino la banda de criminales a vacunar comerciantes, no lo objeté, yo no tengo ni un plan de negocio. Cuando acribillaron a los indigentes, no me opuse; yo tengo mis recursos. Cuando masacraron a los sindicalistas, no dije nada; yo no trato con esa gente. Cuando amenazaron a los obispos, ni me dí por aludido; yo no soy católico. Cuando atentaron contra el lider político, tampoco me importó; yo no tomo partido. Cuando hicieron limpieza de viciosos, yo estuve tranquilo; en mi casa somos muy sanos. Cuando marcharon los desmovilizados, no marché; yo tengo propiedades bien aseguradas. Cuando protestaron los obreros, no protesté; yo tengo un empleo bien remunerado. Cuando subieron los impuestos, no me importó; yo no tengo propiedades. Cuando pusieron la bomba en el parque, me fuí a chismosear; yo no tengo negocios, ni vivo allí...
Y en La Ceja y en el país podemos agregar más frases al sermón del pastor Martin Niemöller y terminar fatalmente: Cuando vinieron por mí, no había nadie que pudiera protestar.
Ante el caso de amenaza de bomba y de otros más malos y peores del que La Ceja ha sido noticia, bien vale una reflexión sobre nuestra acusada indiferencia: "lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos".