En los ochenta el espíritu romántico sopló por este tambo cejeño con el movimiento cultural de Los Comunes, grupo de jóvenes herederos del espíritu rebelde de los 60 y la conciencia latinoaméricana de los 70. Fueron algo así como una versión silvestre del hippiesmo (por la marachachafa y el folk) y un surrealismo parroquial con la aspiración de poetizar la vida social a través de las expresiones musicales, teatrales, plásticas y literarias.
En las palabras de Iván López publicadas en la revista "El Tambo de Los Comunes" se encuentran fragmentos dispersos de lo que podríamos llamar su primer manifiesto. Pero el mejor retrato de su condición romántica, soñadora y marginal lo da este poema de Germán Cardona (r.q.p.):
Recinto Mágico
Pieza, pocilga, tambo, salón... y allí mi gente despanzurrados, agazapados, alegres, ebrios.
Pieza, pocilga, tambo, salón... mamotretos mutilados, pinturas inconclusas, poemas vividos.
Pieza, pocilga, tambo, salón... alguien suena una desvencijada guitarra; alguien sueña con amores eternos; alguien trona un grito desesperado; alguien perdona.
Pieza, pocilga, tambo, salón... y allí mi gente cantando, haciendo movimientos torpes, danzando, gritando, criticando, compartiendo con el diablillo cotidiano. Pieza, pocilga, tambo, salón... ¡Recinto Mágico!
Del clan de Los Comunes se apagó el fuego que ardió con los nombres de Sherman, Capeto y Catarro. Desvanecido el espíritu de rebeldía que agitó la segunda mitad del siglo XX, los sobrevivientes atravesaron, como mejor pudieron, los infernales y estériles 90 y lograron estabilizarse en la primera década del milenio. En su inventario de esfuerzos acaso no se alcance a recoger un legado sólido de su arte y cultura, pero su mejor herencia la dejan en el corazón de sus hijos y alumnos, donde han encendido una llama flameante y eterna que arde apasionadamente por la música, el teatro, el arte y la poesía.
Recinto Mágico
Pieza, pocilga, tambo, salón... y allí mi gente despanzurrados, agazapados, alegres, ebrios.
Pieza, pocilga, tambo, salón... mamotretos mutilados, pinturas inconclusas, poemas vividos.
Pieza, pocilga, tambo, salón... alguien suena una desvencijada guitarra; alguien sueña con amores eternos; alguien trona un grito desesperado; alguien perdona.
Pieza, pocilga, tambo, salón... y allí mi gente cantando, haciendo movimientos torpes, danzando, gritando, criticando, compartiendo con el diablillo cotidiano. Pieza, pocilga, tambo, salón... ¡Recinto Mágico!
Del clan de Los Comunes se apagó el fuego que ardió con los nombres de Sherman, Capeto y Catarro. Desvanecido el espíritu de rebeldía que agitó la segunda mitad del siglo XX, los sobrevivientes atravesaron, como mejor pudieron, los infernales y estériles 90 y lograron estabilizarse en la primera década del milenio. En su inventario de esfuerzos acaso no se alcance a recoger un legado sólido de su arte y cultura, pero su mejor herencia la dejan en el corazón de sus hijos y alumnos, donde han encendido una llama flameante y eterna que arde apasionadamente por la música, el teatro, el arte y la poesía.