A mascar flores


De este tambo, antaño establecimiento ganadero destinado al ordeño de vacas y a la venta de leche, no quedó ni Balcanes, ni Xochimilco, ni Pakita, ni para yoguth, ni para crema, ni para queso; de estas tierras que inspiraron la épica, "Memorias...", del cultivo del maíz, del frijol, de la ahuyama, de la papa y del repollo, de esta tierra que manaba leche y miel para el banquete paisa, quedamos cultivando tan sólo flores y ahora con ese asunto del dolar los gringos nos van a dejar vagando y cantando como Gallinazo, ese melancólico sonsonete que dice: "por eso salgo siempre a caminar en busca de una flor para mascar, pensando que a la vuelta de la tarde el trabajo que sueño ya es verdad".
Buena parte de este pueblo, nativos e inmigrados, hemos sido toda la vida unos montañeros muy entendidos pa' las cosas del campo, pastores los de modo y agricultores los otros. De economía y exportaciones no entendemos los cronopios de ruana, pero sí los fama de saco y corbata, los empresarios que nos metieron en este embeleco del monocultivo. Esta aristocracia del emprendimiento siempre ha dicho saber convertir la crisis en oportunidades, que ojalá sean estas convenientes tambien para los cientos de trabajadores de las flores que amenaza la cesación. Que a la vuelta de una tarde cuando regresen con los pies cansados y la boca reseca de vagar, después de oir al cura mandar tener paciencia, templanza y clemencia, que Dios provea, de manos de los empresarios, el trabajo que sueñan.
Que los empresarios y los gobernantes no se crucen de brazos, o se vayan y nos dejen sólos, que asuman la responsabilidad de haber atraído con el nectar de sus flores a tanta abeja y a tanto abejorro. Que este pueblo siga siendo una tierra prometida para todos y ante todo para seguir criando y levantando los infantes y jóvenes que sueñan un mundo lleno de expectativas para una vida digna y feliz.

Graffiti y juventud


La rebeldía es el temperamento de la juventud. Villier's dividía la humanidad entre románticos e idiotas, algo así como entre jóvenes y viejos porque la juventud será siempre romántica. La naturaleza de la juventud es declarar su oposición y rechazo a las viejas formas que encarnan la autoridad y los límites, por eso este graffiti embiste con esta expresión: "la policia te vigila, para evitar la revolución: cerdos".

La policía no es más que un cuerpo de esbirros que vigilan la permanencia del establecimiento y es apenas obvio que merezca el desprecio de un rebelde.

No me imagino donde puedan estar tramando esa revolución, debo advertir, y no es para desanimarlos, ciertas dificultades históricas que deben considerar sus líderes: No faltará el traidor que venda la causa por cualquier fajo de billetes, no ha de faltar el sacrificio de una víctima que desalentará el movimiento, el pueblo por quién se lucha suele ser desagradecido, y no nos digamos mentiras: el perfil social que nos identifica en términos generales es el servilismo, la corrupción, la mezquindad, el miedo, la resignación, la desconfianza, la sevicia, la envidia y con estos condimentos es muy maluco hacer una revolución.

Un revolucionario sabe que más allá de los dientes del perro y su ladrido, hay un tirano que goza de prestigio, y es complejo y astuto. Para enfrentarlo hay que estar a la altura del ingenio de sus artificios. Mientras tanto que viva la buena rebeldía y los graffitis en malas paredes.

Papá José


A quienes nos ha tocado, y nos va volver a tocar disfrutar el papel de papá para cargar al bebé cuando está llorando, no puede dejar de conmovernos gratamente la imagen de san José y el niño Jesús de la iglesia de Fray Eugenio. El pobre papá hace lo que puede y se relaja distensionando el pie derecho. La Virgen no parece estar cerca para calmar el llanto y sin duda que el niño llora por su ausencia. José comprende que un papá siempre ha sido poca cosa, más aun cuando esta situación parece que sólo se calma con el amor y el seno de una madre. Sinembargo cumple su deber y sin desesperarse coge firmemente entre sus manos al niño, mira atentamente como llora y contempla el trascendental momento de un Dios hecho un niño llorón.

Salvadas excepciones las estatuas de iglesia son rígidas y solemnes, casi celestiales y lejanas a este mundanal ruido, pero esta reivindica nuestra condición humana. El momento que captura el artista no será como el del Moisés de Miguel Angel a punto de romper las tablas de la ley, ni el de Teresa de Bernini en un glorioso éxtasis, el momento de esta obra es más habitual, cotidiano y ordinario, es sencillamente la vida misma.

Hay que observar el gesto del niñó que constriñe sus manitos para estregar sus lágrimas en un hecho que mueve más risa que a lástima, y hay un pase de tranquilidad ver el rostro complaciende de José para saber que está en buenas y firmes manos.

Arepas marginales


La constituyeron un emblema de antioqueñidad haciendo de ellas un collar insípido para premiar trovadores y ha dejado de ser una pieza fundamental de nuestra cultura culinaria. Una arepa antioqueña no tiene cómo chicanear ahora frente a una costeña o una santandereana. Hoy dificilmente se consigue una buena arepa que sirva de plataforma y alimento para sostener y acompañar el quesito, el huevo y la carne del desayuno, la sopa o los frijoles del almuerzo o para unas migas con huevo a la comida.
La causa de este envilecimiento fué la industria que abrió un mercado irresponsable ofreciendo arepas al por mayor, crudas o medioasadas, en bolsa de cinco, para vender con la angurria de hacer mucha ganancia ofreciendo un producto que no cuidaba la forma y el sabor.
La arepa es un producto artesanal y no industrial, es un alimento que precisa de una buena mano y el cuidado personalizado al fuego. No es necesario entrar en las carreras del mercado. En La Ceja hay sitios donde producen la cantidad justa para clientes satisfechos. Verifíquelo usted llevando unas arepas de maiz blancas y consistentes de la tienda "El Hogar" de doña Edelmira en el cruce de la cr 19 con la cl 22, ó en cuatro esquinas en esa 19 con la 12, unas panochas de chócolo o siempre en domingo unas esponjosas de maíz capio.

Dos generaciones: una tradición


Los jóvenes campeones de ajedrez que hoy representan al municipio en los certámenes regionales y nacionales son el fruto de una siembra y cultivo de empecinados amigos que conforman una especie de famili-club de ajedrez. Que el ejercicio ocioso de una generación pase a ser un oficio para la generación siguiente constituye una verdadera tradición y de gran impacto cultural. Ante la ineptitud de las instituciones educativas y los palos de ciego de los institutos deportivos, bienvenidos sean los clubes de ajedrez para la promoción de la inteligencia, la imaginación y la amistad, porque pocos son los escenarios de formación donde se conjuga la ciencia, el arte y la amistad.
Estos maestros del juego: metáfora de la guerra, de la vida y del amor. Encabezados por el campeón Fredy Mejía, que a más de experto escaquista es un pedagógo de esta ciencia que procura ante todo la formación integral de los niños, porque más que prepararlos para el juego en el tablero los dispone razonables e ingeniosos en el juego de la vida. Una generación de hombres facultados en la vida y curtidos en mil y un oficios, hicieron de su mejor ocio la piedra filosofal para convertir a unos pobres niños de escuela en oro de campeones.

El patio de la casa


Que las viviendas de ahora hayan quedado sin solar es como decir que se quedaron sin sol, sin huerta y sin animales de cría. Si eso no fuera perder poco ¿cómo queda sin un espacio para el patio? Esto es quedar sin el aire y el color, y ya no sólo es el acabose de la casa sino de la calidad de vida de la familia.

Los posmodernos dirán que la evolución los hizo obsoletos, que el vidrio y el acrílico en la arquitectura resuelve el problema de la luz y el color. Que las ventanas son el TV y el PC por donde vemos el mundo. Que los juegos de los niños se realizan en la pulcritud de una alcoba, en las más de las veces con aparatos electrónicos y juegos virtuales. Que libres del solar y del patio menos mugre y polvo hay que limpiar. Y, finalmente, que el progreso nos ha hecho seres más modernos para vivir en casas versátiles, y seres más civilizados para conformar una pequeña familia.

Esas explicaciones son razonables y sería insensato contradecir el espíritu de los nuevos tiempos. Lo que se refuta al diseño moderno es que no deje dentro de la casa los espacios justos para acomodar las visitas y los comensales, donde dormir y descansar con holgura, donde lavar y secar la ropa, donde calentarse al sol, donde colocar una mata o acomodar un perro, donde ver caer la lluvia y correr el agua y mirar el cielo. Dejamos que la construcción de nuestra casa cayera en manos de mercachifles que economizan espacios para inflar costos en perjuicio de una vida digna, confortable, natural y placentera.

Las casas que aún quedan con zagúan, patio jardín y una verde claridad al fondo, corren el riesgo de ser descuartizadas en sucesión y repartición miserable de herencias. Ojalá que al menos unos pocos, sin mezquindad, la declaren patrimonio familiar para hacer perdurar el encuentro y la memoria.

Cerro tutelar




La forma de este cerro dió nombre a este Tambo que mirado desde oriente deja distinguir bién, aunque no el ojo, la figura larga y modelada de una ceja. Visto desde el casco urbano parece una pirámide, o mejor un pequeño Fujiyama, y eso es lo que debería representar para nosotros: Una montaña sagrada. Algunas personas de espíritu religioso levantaron en su cima una cruz, otras más progresistas levantaron una antena. Ese hermoso lugar bien podría servir a todos y todas las intenciones como sitio de peregrinación o sitio turístico.

La ceja es el Capiro y ascender a su cima a pie es un acto de catarsis. Hace unos años subiamos sin la amenaza de carteles de perros bravos y de cercas eléctricas. Que bueno que lo declararan reserva natural, que rico que se constituyera patrimonio cultural, que lindo que esa vista hacia el valle de San Nicolás pueda ser disfrutada gratuitamente por propios y extraños.