Gregorio: cronopio emblemático

Antes que el cronopio mayor de Julio Cortazar usara ese término para referirse a una raza particular de criaturas que vagan por el mundo y que han tomado forma de figuras como Louis Armstrong y Dylan Thomas, ya esta tierra cejeña había echado al mundo a Gregorio Gutiérrez Gonzalez, cuya personalidad permitirá responder a muchos lectores por qué lo presentamos como precursor y emblema del Primer Encuentro de Cronopios y justificar de paso el título de "Tierra de cronopios" que merece tener La Ceja del Tambo .

A primera vista no es fácil distinguir un cronopio; se mimetizan como cualquier humano. Antes que ser atractivo, en el sentido convencional de agraciado, su rareza suscita curiosidad y hasta rechazo. Tienen siempre aspecto de extranjero y para otros de E.T. abandonado. El caso de Gregorio se describe de contextura alta, delgado, desgarbado en su figura, de carácter tímido y taciturno, con un andar hamacado de marino en alta mar. Quienes no han visto sus fotos de cuerpo entero se pueden ayudar con la imagen de Cortazar, que era mucho más alto. Suelen encorvarse un poco, como dispuestos a escuchar los rumores de la tierra; mas su reino no es de este mundo.

Su propensión al pesimismo y a la tristeza no es otra cosa que la nostalgia de un paraíso perdido; y esa melancolía prefieren ahogarla mejor en licor que en trabajo. En ocasiones les anima una pasión patriótica, pero no son tan ingenuos para creer en la democracia, que en Gregorio sólo era "un modo de gobernar las minorías con el voto aparente de las mayorías". Consideran que lo único digno en este mundo es el Amor, y suelen amar con increible vehemencia, con singular ternura y entusiasmo, sin dejar de estimar que el amor es una ilusión cuando no una mentira que deja siempre insatisfecha el alma. Su adoración sólo es la familia, a la que pueden consagrar hasta trece hijos. Los cronopios son criaturas sin ambición alguna ni entusiasmo por las cosas de este mundo, por eso como Gregorio son tímidos, perezosos y desaplicados.

Los cronopios carecen de fuerza de voluntad y resolución para las cosas más triviales de la vida y como de todos modos la llevan perdida la juegan o la cambian por el más infantil espejismo, la donan en usufructo, o la regalan... Pueden obtener el título de abogado, desempeñarse como Juez letrado o ser elegido como Senador, pero su fatalidad de fracaso lo hace desistir de Alcalde porque la pereza le abruma. Malogran una gerencia, una hacienda y hasta una mina de oro como Gregorio, que tomó la pobreza como hermana. Dejan olvidados los poemas en un bolsillo y no los apremia un libro; ni siquiera sacan ventaja de su habilidad de vomitar conejitos.

Por estas y otras rarezas hay quienes creen que Gregorio es un mito inventado para atenuar la aspereza de la raza antioqueña. Pero es justamente ese sensible cronopio en tierra de prestamistas y comerciantes al que queremos tomar como emblema y protector de cronopios. Por eso para el Primer Encuentro de Cronopios deseamos entregar El Gregorio, una estatuilla del tamaño de un Oscar, para premiar los sobresdrújulos cronopios que en la vida cumplen el papel prosódico de acentuar mejor ante los agudos famas y las graves esperanzas.

El caso de la huerta de tomates III

Capítulo Tres: La escena del crimen y lo que explicó el acusado

En una huerta entre dos casas de forma triangular de aproximadamente 50 metros por 90 metros y por 60 metros y se nota claramente la destrucción con machete de aproximadamente 120 plataneras, 600 maticas de tomatera de aliño y un almácigo de aproximadamente 1.500 árboles pequeños de café. La distancia entre las dos casas una de Mario y la otra de Emiliano es de 50 metros y los otros límites del terreno son de 50 metros por un camino que va a la casa de Mario y de 60 metros por un camino que va a la casa del señor Emiliano. Dentro de la casa del señor Mario hay tres bluyines colgados en un alambre y tienen varias perforaciones al parecer de perdigones de escopeta. En la pared también hay perforaciones de los mismos perdigones. En la sala y en una pieza contigua se nota reblujo (sic) ocasionado por la búsqueda de un dinero que el señor Mario aduce que sacaron de un bolso que se encuentra tirado en el piso, también hay un escaparate en la misma pieza y se encuentra reblujado (sic)".

Lo que pasa- explica Emiliano- es que él rompió hace tiempo el potrero (sic) de la finca que le compré hace tres años a Oscar Ríos y Luis Franco; yo le he hecho reclamo y por eso tenemos pleito pendiente en el Juzgado de Medellín, no sé cuál. Creo que es él Juzgado 2º Agrario. Y él se quiere apoderar de un pedazo de este terreno, cultivándolo y cosechando en él; se trata de una huerta de menos de una cuadra de área y por este motivo tuve que mandar trabajadores para que la cuidaran. El martes pasado el Inspector de San José quedó de ir a ver ese terreno y no fue nada dizque porque no pudo ir y estos trabajadores por cuenta de ellos dañaron una platanera y no sé qué más porque ellos fueron los que hicieron estos daños sin contar conmigo. Claro que yo les di orden de que me cuidaran el lote que tenemos en problema, que es la parte trasera de la casa. Lo que pasó el martes pasado fue que (sic) Abel, mi hijo, en compañía de un trabajador de nombre William y otro trabajador de nombre Noé fueron y hicieron (sic) unos daños, por orden de Ovidio, que es el que está trabajando esta finca.

Yo no ordené a los trabajadores para que dañaran el cultivo que está en el terreno en litigio, yo solamente di orden para que la cuidaran y como ellos se dieron cuenta que la habían trabajado y les dio rabia y por eso hicieron esos daños.

Fervor a la Virgen del Carmen por Jorge David

devociòn carmelo

Primer Encuentro de Cronopios

Como un aporte a la cultura y al turismo La Ceja de Tantos y el programa Tintos y Tintas de la UN Radio proponen el Primer Encuentro de Cronopios, a celebrarse el 15 y 16 de Octubre en el marco de las Fiestas Populares del Toldo y de las Flores, con el ánimo de promover a La Ceja del Tambo como una meca de turismo cultural que ejerce una especial atracción en esos "seres verdes y húmedos" que la mitología cortaciana a dado en llamar "Cronopios", quienes encuentran en este apacible paisaje y en la cordialidad de sus gentes una oportunidad para el ejercicio de su ingenuidad, idealismo y sensibilidad; cualidades y materia de este Primer Encuentro que exhibirá la personalidad, los hábitos y las inclinaciones artísticas de los cronopios locales, regionales y nacionales.

Todos saben que "cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato"; esta suerte de arte, que para los famas es mera bufonería y para la esperanza son proezas del talento, es el sello distintivo de los cronopios invitados. Los famas gustan celebrar con risas en selectos desfiles y cabalgatas; las esperanzas revuelven el gusto de crujientes fritos con la pasión del vallenato; y los cronopios, además de chacotear con eso, se deleitan en nostálgico café y espiritosas palabras. Aunque las fiestas populares suelen hacer preferencias con los famas, tratar al bulto a las esperanzas y estimar en poco a la minoría de cronopios, los últimos estudios de marketing de ciudad han detectado que la importancia del cronopio no sólo reside en tranquilizar a un fama ante la presencia de una esperanza, sino que le da ese toque de gracia para que disfruten juntos los festivales.

Este encuentro tendrá por eje la palabra, sin pompas ni gravedad, con tratamiento coloquial y tono jovial, con cortinillas musicales y manifestaciones plásticas (de otros cronopios). Los asuntos versarán sobre anecdotarios de la bohemia y los oficios de cronopios, con manuales de instrucciones, protocolos de comportamientos y observaciones sobre sus costumbres y hábitos. Todo a viva voz y con el descaro propio de cronopios profesionales de talla nacional, cronopios regionales (vecinos de El Retiro, Rionegro y El Carmen), y una lista larga de cronopios locales en variedad de formas y edades, con invocación especial a unos cronopios ausentes y fantasmales. No habrá de faltar que algún fama sentencioso se apoltrone en el sofá de invitados y el auditorio de esperanzas advertirá que son artimañas escenográficas, pero ellas ni se molestan. El lugar de los encuentros podrá variar del teatro al parque o del bar al atrio; sobre una tarima, un tablado o según dispongan los apoyos institucionales o mecenazgos. Es bien sabido que los cronopios son criaturas que no se obligan con andamiajes ni convenciones, que obran con frugalidad y sin reserva; y como son probados y sin presunciones se bastan con hospitalidad griega y viandas medievales.

La proliferación de cronopios en nuestro pueblo permitirá potenciar a La Ceja como Capital Mundial del Cronopio, candidatura que se podrá avalar ante la UNESCO, así como Medellín se ha convertido en capital de la poesía. En próximas publicaciones sustentaremos esta tesis presentando la personalidad de Gregorio Gutiérrez Gonzalez como precursor de cronopios, aludiendo a la edad de oro de los cronopios cejeños y consignando algunos métodos para burlar sin malicia el reino de los famas. También daremos la programación y algunos pormenores del Encuentro, junto a los rasgos y cualidades de los cronopios invitados. Este carácter particular de La Ceja, no exento de leyendas, pondrá en evidencia ese misterioso atractivo que ejerce este valle y sus gentes para con los peregrinos, de los que ahora se cuentan muchos residentes que han sucumbido a su encanto. Razones que nos animan a proponer a la municipalidad, a través de su Casa de la Cultura y la Dirección de Turismo, a las organizaciones artísticas y culturales, a los líderes sociales, a los empresarios, a los medios de comunicación y a cuantos quijotes y constructores de utopías trabajan por La Ceja del Tambo, para promover la cultura de su gente con esos trazos de surrealismo cortaziano.

Más antropología sobre estas criaturas la encuentras en Historias de Famas y Cronopios: http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/1/3/

El caso de la huerta de tomates II

Capítulo Dos: Lo que siguió diciendo el campesino

Acudí entonces a la Defensoría del Pueblo. Esfuerzo inútil también porque hasta el sol de hoy esa flamante y novedosa oficina de los derechos humanos no hizo ni ha hecho absolutamente nada. Con mi angustia, desesperación y con la moral y el sentido de nacionalidad por los talones, el 2 de septiembre, a las 2:30 de la tarde presenté ante el señor Alcalde Popular, una querella por la invasión de mi predio rural, y hasta la fecha sólo se me dijo que se había mandado a la Inspección de Policía Municipal y el Alcalde de La Ceja no tuvo la más mínima sensibilidad social y simplemente, a pesar de la perentoriedad de los términos de que habla ese decreto, se limitó a delegar, lo que debía haber atendido directamente, porque era un hecho grave, pues un ciudadano de su municipio había sido asaltado y a punta de bala sacado de su finquita campesina, de su hogar, despojado de todos sus enseres personales, acabados sus cultivos y estaba al arbitrio de la caridad de familiares y vecinos y el Alcalde olímpico, nada hace, remite el expediente a otra oficina que no tiene menos autoridad y mando, pues el Alcalde hubiera podido dar cumplimiento al procedimiento que trae ese Decreto y como colombiano me hubiera sentido orgulloso de mis autoridades.

La Inspección envió un policía, éste fue a la finca con un hijo mío, entró a la casa vecina, los hombres lógico se habían escondido, como era lógico pensar. Encontró al guardaespaldas quien no se intimidó en lo más mínimo porque está acostumbrado a enfrentar la autoridad, se le decomisó una escopeta, se lo retuvo por la policía y luego a las dos o tres horas se lo soltó.

Acudí entonces ante el Gobernador a ver si éste tiene más sensibilidad que todos los demás y piense que soy un padre de familia, sin techo, sin dinero, sin cultivos, sin los animales de labranza, sin los enseres de la casa campesina, y de cultivo, despojado por gente mala de todo lo más elemental de que puede disfrutar en estos momentos cualquier colombiano, despojado además del sentimiento de familia, de hogar, y perseguido por unos delincuentes que cuando sienten mi presencia, o la de alguno de mi familia, inmediatamente lo amenazan diciéndole: "ya saben que no pueden poner un pie en el camino, ni aquí, si quieren permanecer con vida". Hasta al niño menor de doce años lo tienen marginado de su casa; ninguno de mi familia puede poner un pie en nuestra propiedad, y aun en los alrededores, y allí tengo el pan de mi familia porque tengo la cosecha de café que vale más de quince millones de pesos y creo que ésto es lo que buscan también los delincuentes, despojarme de los dineros provenientes de la cosecha..."

La narrativa cejeña

En el inventario de Escritura Cejeña abunda la poesía en tanto la prosa suele preferir la crónica. Esta forma se deleita en hacer memoria de personajes, lugares y hechos del pueblo que fuimos, hitos tratados con el desparpajante humor de Gerard's o con el sentimentalismo católico de Albeiro Torres; escritura de tan bella factura que la literatura las prohija y no ya el periodismo ni la historia. Pero la naturaleza de la crónica dista de la ficción y por tanto del género narrativo clásico; y dada la importancia del cuento en la cultura nos hemos propuesto buscar esta forma literaria en la escritura cejeña.

La literatura antes que la historia es quien mejor da cuenta del drama humano en su devenir histórico. La tragedia y la odisea cuentan la tenacidad del espíritu griego, los pícaros españoles del siglo XVI están en El Lazarillo de Tormes, el espíritu aventurero de los americano en el Moby-Dick y para Colombia los crímenes de lesa humanidad se perpetúan en la masacre de las bananeras narrada en Cien Años de Soledad. Es una paradoja que la escritura de ficción revele mejor la realidad que la ciencia de la historia; y sin embargo no es difícil de explicar porque para narrar la complejidad de los hechos humanos la historia se restringe a una verdad verificable, en tanto la ficción permite lo fantástico y lo absurdo a cuenta de verosimilitud.

En Colombia es ineludible tratar literariamente la violencia, pero si debiera ser una obligación hacerlo con buena literatura. A Medellín la mala literatura le acuñó el mote de sicario, de tijeras y de sapos. La literatura que toque este tema, además de divertir y revelar, deberá tener un efecto catártico al suscitar en el lector el temor, el horror o la compasión.

Por estos días queremos tener la esperanza de que los tiempos cambien por otros menos atroces y más justos. Pero antes de aspirar a mejores tiempos habrá que pagar a la historia una deuda con la verdad, que nos procure la vergüenza, un acto de contrición y un propósito de enmienda. Para que esa verdad nos conmueva y nos purifique debe quedar escrita en buena literatura. La literatura moderna liberó las fronteras de género y las obras siguientes clasifican, si no como cuentos, si como prosa poética:

El mejor ejemplo lo encontramos en el texto del escritor cejeño Henry Posada: "Arrepentimiento", macabra confesión de una ánima que arrastra su culpa por las masacres de Trujillo. Esta prosa poética alcanza a ser ficción por la efectiva elección del narrador en primera persona y del argumento como acto de contrición. Su calidad narrativa la colocar a la altura de las narraciones de Marcel Schwob en Corazón Doble.

Otro ejemplo afortunado de prosa poética, es "María Zárate" del escritor Albeiro Torres, que aunque no se atreve a pisar los terrenos de la ficción, con magistral perspectiva coloca la Ilíada de violencia como trasfondo y prefiere referir la Odisea de una mujer que funda una nueva patria a fuerza de trabajo.

Y para demostrar que en La Ceja hay materia literaria rescatamos de un bote de basura estos apuntes para un cuento: "El caso de la huerta de los tomates" pastiche al modo de "En el bosque" de Ryunosuke Akutagawa, cuyo argumento se emparenta con aquel asunto de las gallinitas y los marranos que le robaron a Pedro Antonio Marín y que desató la bestia de Tirofijo y su guerrilla. Acaso se convierta en leyenda de la génesis local del paramilitarismo.
Fotos de la fosa común de La Macarena (Meta)

Arrepentimiento


Foto Gerardo Chávez. El Tiempo.

Por Henry Posada Losada

In memoriam del padre, Tiberio Fernández Mafla


Todos me conocen aquí en Trujillo, mi nombre es Daniel Arcila Cardona, he asesinado el sueño, condenado a la vigilia; vago sin sosiego por las calles de éste pueblo. Sus habitantes dicen haber oído un quejido espeluznante en las madrugadas de Sonora, Andinápolis; Venecia, soy yo que camino por éstos promontorios de montañas, por sus hondos abismos, agitando las ramas de sus cafetales; mi llanto lo arrastra el tumultuoso Cauca dejando en el aire un eco que estremece las copas de los árboles, inquieta el tranquilo sueño de los animales, convoca las sombras de los muertos. No hay paz en mi corazón. Regresé aquí con apenas 27 años, era reservista del ejército nacional, había entusiasmo en mi semblante, los ímpetus de un hombre que quiere forjarse un porvenir. Sobreviví a un oscuro atentado en Pereira. Un episodio propiciado por el azar o el destino me revelaría mi verdadera naturaleza: la delación. Recuerdo vagamente aquella tarde, fui a Sonora a cargar una mora. Íbamos en la camioneta cuando nos sorprendió a mi amigo y yo un comando guerrillero que quería emboscar al ejército, quienes ejecutaban su Plan Pesca. Nos retienen y piden que los transportemos. Vi cómo entraban y salían de las casas donde guardaban armas. Sugerí algunos nombres, omití otros. Así me convertí en guía del ejército y como una obscura maldición hice alianzas con el mismísimo demonio. Soy un alma en pena y debo expiar lo que hice. No tienen perdón, igual que yo, mi mayor Urueña, el tío y el alacrán, fueron ellos quienes a la peladora y a un cambuche que llamaban irónicamente el cielo, llevaban sus víctimas, entre súplicas y sollozos. ¡Juro que no soy colaborador de la guerrilla! No me mate, mire que tengo hijos como Uds.! Algunos de rodillas, abrían los brazos implorando al cielo les concedieran la vida. El horror para quien no lo haya vivido es sólo una palabra. Mis ojos no olvidan la brutalidad de aquellas escenas, la indefensión parecía excitarlos y ya no podían parar en su macabro ritual. Vi arrancarles las uñas con tenazas, empalarlos con varillas al rojo vivo, asfixiarlos con chorros de agua a presión o utilizar sopletes de gasolina para quemarles los ojos y la piel. El furioso bramar del río Cauca, ahogaba el estridente sonido de la motosierra y erizaba la piel los aullidos de dolor de quienes como animales iban mutilando para arrojarlos sin misericordia a las negras profundidades del Cauca. la soledad se hacía cómplice de la infamia. eran campesinos, jornaleros, tenderos, ebanistas, maestras, enfermeras, puedo ver sus rostros, reconocer los colores de su ropa, sus hábitos, sus más recónditos anhelos, el número de sus zapatos, las cicatrices de sus cuerpos, el fervor en sus oraciones, el tamaño de sus penas. Con la meticulosidad de un entomólogo tomaba nota de sus vidas. Cuando se llevaron a José Norbey Galeano, el hijo de Ana Rosa Cuartas, fuí quien le dijo al Alacrán que estaría esa mañana con el padre Tiberio. Vi a su madre asomarse angustiada por la ventana todas las mañanas atisbando el regreso de su hijo. Nunca volvería. Esther Cayapú, enfermera de La Sonora aparecía en mi libreta. 59 años. Cura guerrillero"s". Líder comunitaria. Enfrentamiento con la policía en marcha campesina el 29 de Abril. Una tarde el tuso y chigüiro, a la salida de misa de 6 me abordaron. Necesitamos Danny, algunos cilantros y perros. Dijeron entre risas. Pa´pelar éste fin de semana. Señalé algunos nombres en mi lista. Amparados en las sombras de la noche fui con una cuadrilla de 30 hombres, a los corregimientos de La Sonora y el Tabor, quitamos la luz, era estratégico, y sacamos a empellones de sus casas los hermanos Arias Prado, Arnoldo Cardona, el tendero a quien le había cogido fiado unos víveres, Esther, la enfermera que ya mencioné y otros que no recuerdo. Hicimos el mismo recorrido buscando Las Violetas, era allí donde se repetía de nuevo el festín del diablo, su sólo recuerdo me horroriza…la insania con que realizaban la macabra tarea de descuartizamiento me asfixiaba y hubo ocasiones en que huí de ése aquelarre del infierno.
El dolor se cebó en éste pueblo, se oscurecieron los espejos como una maldición, el surco está abandonado, ya nadie quiere reemprender la faena que otros habían empezado. Algunos han muerto de pena moral, otros se suicidaron incapaces de respirar el aire envenado de Trujillo, algunos están postrados en sus camas mortalmente enfermos. No me quedan ilusiones aquí. Dicen otros con sus ojos secos y vacíos. He vuelto como testigo de la infamia, estoy arrepentido. Quizá si viviera el padre Tiberio, encontraría en su regazo alivio a mi tristeza, era como un gran Samán bajo el que todos encontraron cobijo, la iglesia sin él es un jacalón vacío donde un cristo roto en su altar es su vívida imagen. Vi cómo lo castraron, degollaron, cortaron sus manos. Fue con él con quien quisieron escarmentar al pueblo, profanaron ése templo de su cuerpo despedazándolo. Dicen que es un mártir, como Monseñor Arnulfo Romero en el Salvador. Ambos fueron la voz de los desheredados de la tierra, los sin pan, sin trigo ni zapatos, eso dice la gente en voz baja y oran en silencio para que les ayude; dicen también que los asesinos asesinaron el sueño. Condenados a la vigilia como yo. Aquel día de su muerte enmudecieron los animales, todo estaba pavorosamente en silencio, sólo se oía el sonido de la motosierra, las risas de los engendros que lo descuartizaron y los gritos de Ana Isabel su sobrina a quien violaron y mutilaron sus senos. Fueron arrojados en costales a las mansas corrientes del Cauca, que ése día también calló horrorizado……noche a noche mi voz se confunde con el viento que es apenas un débil lamento en las madrugadas de Trujillo. Es el castigo que debo cumplir, soy una sombra entre las sombras que quiere el perdón y no lo encuentra. Dicen los habitantes de éste pueblo, oír en las madrugadas un grito estentóreo que viene de Las violetas, soy yo, Daniel Arcila Cardona, el informante del Alacrán.

María Zárate

Por Albeiro Torres

María Zárate es una de esas tantas negras cuyos cuerpos enormes parecen haber sido tallados con las mejores maderas de la selva, únicas con la dureza adecuada para hacer de las esbeltas figuras femeninas la admiración más cercana a la lascivia de los hombres. De duras carnes y enérgica figura, María Zárate llegó a mi barrio como una desconocida más; no creo que atraída por el posible desarrollo de una actividad comercial, sino por el sueño de salir adelante con sus hijos a base de esfuerzo, de sudor y de lágrimas; porque también la vi llorar muchas veces, también la contemplé triste con los codos contra el mostrador de su tienda, sin saber a ciencia cierta si tanto sacrifico iba a valer la pena, pero después de pocos meses, logró ganarse la simpatía de los vecinos y con eso le bastó para salir adelante; porque valga decirlo, quién no se iba a dejar prendar de una negra azabache decente?, siempre feliz como si por dentro no la carcomiera lentamente la nostalgia, ese dolor en el alma que se siente cuando la violencia nos arrebata a los seres queridos.

Los ojos negros y grandes de María Zárate, revelan la mirada de una mujer sincera, la verdad de una mujer que a fuerza de empeño, “a Dios orando y con el mazo dando”, no se dejó doblegar por la miseria que viene siempre como consecuencia de habernos partido los brazos la ausencia. Esa energía acumulada en un cuerpo enorme y sincero me enseñó la paciencia de una madre abnegada y de una empresaria honrada que empezó tocando las puertas de las casas, ofreciendo unos buñuelitos pequeños con sabor a montaña y silencio.

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El caso de la huerta de tomates I

Capítulo Uno: Lo que declaró el campesino

Jamás imagine que todo un patriota como yo me viera enfrentado solo contra la Policía Nacional, el Ejército Nacional, el Alcalde Municipal de la Ceja (Antioquia), el Inspector de Policía Municipal, la Defensoría del Pueblo, el Inspector Departamental de Policía de la Vereda de San José en la Ceja y la Fiscalía Especial del mismo municipio.
Yo era un campesino dedicado por más de cuarenta años a la explotación de la agricultura, vivía y trabajaba en una pequeña parcela ubicada en la Vereda de San José, Municipio de La Ceja, de la cual derivaba lo necesario para mi sustento y el de mi familia, mediante el cultivo de café, tomate de aliño, maíz y plátano.
El 24 de agosto fuí atacado por quince hombres armados con escopetas, quienes ocuparon el predio y me sacaron a la fuerza, disparando, insultando, amenazando de darle muerte a toda mi familia, me obligaron a abandonar la finca.
Acudí de inmediato ante las autoridades de policía y el Ejército en busca de protección, sin obtener ninguna respuesta efectiva. Ese mismo día en el Comando de Policía se me hizo esperar varias horas aduciendo que no podía prestárseme ayuda por ausencia del Comandante. La indiferencia del suboficial y de los policías fue absoluta. Dijeron que nada podían hacer.
Fui abordado por un soldado del Batallón Ospina del Ejército, a quien expliqué lo acontecido y esperé al Capitán Guáquez o Guáqueza. Cuando éste llegó me ordenó que tanqueara dos camiones, que comprara cigarrillos y chicles para sus hombres, que iba a dar orden de inmediato para que todos se agruparan e irse para la vereda. Tuve que prestar cincuenta mil pesos para eso, pero tenía la esperanza de que el problema se fuera a solucionar, porque siempre había tenido fe en las autoridades de Colombia.
En efecto, entre 8:30 y 9 de la noche de ese fatídico día 24 de agosto, salió parte del Batallón Ospina, que había estado todo el día en La Ceja, por razones de servicio, y llegamos a mi finquita; sólo encontramos desolación y destrucción, todas las cosechas tumbadas a punta de machete, los cercos destruidos, las almohadas, los tendidos de cama, la ropa cortada y macheteada, los muebles. Los soldados que entraron a la finquita y a la casa, sólo alcanzaron a decir, "hermano a usted lo arruinaron, pero gracias a Dios no hay heridos ni muertos"; los caballos, dos machos y un caballo, los habían hecho remontar, un pavo gordo y varios cerdos habían desaparecido, todo absolutamente todo perdido y destruido.
Ninguna de las dos autoridades, ni la Policía ni el Ejército, redactó siquiera un memorando. No tomaron nota.

Danzarina Inmaculada

Cuando visite la capilla de Nuestra Señora de Chiquinquirá pose su mirada sobre la figura de la Inmaculada Apocalíptica, una estatuilla de madera dorada y policromada de poco menos un metro de altura, ubicada sobre la columnata del costado izquierdo del altar. Es una niña inquieta que llama la atención danzando entre las estáticas figuras de María, Jesús y José. Su expresión del vuelo e ingravidez recuerda el Éxtasis de Santa Teresa, pero mejor que ese embargamiento místico de Bernini la niña de Bernardo de Legarda tiene una sencilla gracia de sensual castidad. Entre las variadas obras sobre este predilecto tema de la Inmaculada Concepción, particularmente ésta es la obra de Legarda que mejor logra esa sensación de movimiento que tanto desveló a los artistas barrocos y que ha evolucionado eliminando las accesorias alas.

Esta niña llena de gracias y placidez no vuela sino que baila, como es natural una danza oriental de combinaciones lunares, como lo indica la basculación del cuerpo, la posición de los brazos al modo de serpiente y la sutil inclinación de la cabeza. El movimiento de las telas es propio de las técnicas del velo enrollado de esta danza.

Pero más que una obra de arte esta Inmaculada es una imagen sagrada digna de veneración y ruego para la protección de los niños y niñas presos de frecuentes ataques a su candidez, por parte de infames seres que llegan a cobrar forma de curas, maestros y familiares:
¡Oh niña divina!
Aplasta con tu grácil figura a la serpiente de la pederastia.
Y que mientras se legisla la Cadena perpetua para los violadores de niños, se acate la sentencia del maestro contra los que escandalizan a uno de estos pequeños: "Más le vale que le pongan alrededor del cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar" Lc 17, 2.
Foto: Marioandrés Rodriguez

Al Cesar lo que es del Cesar...

... y a Rubén lo que ha hecho bien.

Las obras públicas que sigue inaugurando el Alcalde Rubén Darío Bedoya son coherentes con sus argumentos de Urbanismo Social. Es innegable el impacto que vienen generando sus obras para la cultura de la convivencia y del bienestar: Me refiero especialmente a las que sirven de escenario para la construcción del tejido social: Para el encuentro y el recreo los Parques Lineales "La Pereira" y "Samuel Bernal" y el Parque de San Cayetano; para la cortesía, la seguridad y el orden en la movilidad el Pasaje Peatonal de la 21, el Puente San Cayetano-Leo Mazaro y la Central Integradora; para que la cultura y la educación no sean más las cenicientas el Centro Cultural y el Teatro Municipal, el Parque Biblioteca El Paraíso y colegios mejor dotados, para que los escenarios deportivos estén a la talla de sus deportistas el Coliseo San Cayetano; para establecer relaciones de confianza entre las instituciones de la justicia y el orden la Casa de Justicia y la Inspección de Policía 2 en el barrio Obreros de Cristo; en fin... obras que corresponden efectivamente al eslogan de su Plan de Desarrollo "Gente que hace ciudad".

Hablamos de construcción de tejido social porque estamos conformando el cuerpo social de una nueva ciudad, no ya de un pueblo sino de una sociedad intercultural conformada por comunidades con diversidad de procedencias, historias y clase social, todas en busca de un lugar amable donde hacer una vida nueva. Estas obras inauguran La Ceja del siglo 21 y Rubén Darío podrá compararse con los artífices de ciudades sociales como la Bogotá de Peñalosa y la Medellín de Fajardo, si estos escenarios sirven de telón de fondo a un teatro de la vida que permita resolver las situaciones conflictivas propias de una sociedad. Después de la tarea fácil de inaugurar estas obras sigue la tarea difícil de hacerlas cultura viva, esa que se transparenta en el espíritu en las formas de la alegría, la cordialidad, la solidaridad, la libertad y la sabiduría. Para ello hará falta mejorar muchas acciones efectivas en esa dirección e incluso comprometer las futuras administraciones municipales, porque esta visión de ciudad es un proceso que precisa de continuidad y permanencia.