Gregorio: cronopio emblemático
El caso de la huerta de tomates III
Capítulo Tres: La escena del crimen y lo que explicó el acusado
En una huerta entre dos casas de forma triangular de aproximadamente 50 metros por 90 metros y por 60 metros y se nota claramente la destrucción con machete de aproximadamente 120 plataneras, 600 maticas de tomatera de aliño y un almácigo de aproximadamente 1.500 árboles pequeños de café. La distancia entre las dos casas una de Mario y la otra de Emiliano es de 50 metros y los otros límites del terreno son de 50 metros por un camino que va a la casa de Mario y de 60 metros por un camino que va a la casa del señor Emiliano. Dentro de la casa del señor Mario hay tres bluyines colgados en un alambre y tienen varias perforaciones al parecer de perdigones de escopeta. En la pared también hay perforaciones de los mismos perdigones. En la sala y en una pieza contigua se nota reblujo (sic) ocasionado por la búsqueda de un dinero que el señor Mario aduce que sacaron de un bolso que se encuentra tirado en el piso, también hay un escaparate en la misma pieza y se encuentra reblujado (sic)".
Lo que pasa- explica Emiliano- es que él rompió hace tiempo el potrero (sic) de la finca que le compré hace tres años a Oscar Ríos y Luis Franco; yo le he hecho reclamo y por eso tenemos pleito pendiente en el Juzgado de Medellín, no sé cuál. Creo que es él Juzgado 2º Agrario. Y él se quiere apoderar de un pedazo de este terreno, cultivándolo y cosechando en él; se trata de una huerta de menos de una cuadra de área y por este motivo tuve que mandar trabajadores para que la cuidaran. El martes pasado el Inspector de San José quedó de ir a ver ese terreno y no fue nada dizque porque no pudo ir y estos trabajadores por cuenta de ellos dañaron una platanera y no sé qué más porque ellos fueron los que hicieron estos daños sin contar conmigo. Claro que yo les di orden de que me cuidaran el lote que tenemos en problema, que es la parte trasera de la casa. Lo que pasó el martes pasado fue que (sic) Abel, mi hijo, en compañía de un trabajador de nombre William y otro trabajador de nombre Noé fueron y hicieron (sic) unos daños, por orden de Ovidio, que es el que está trabajando esta finca.
Yo no ordené a los trabajadores para que dañaran el cultivo que está en el terreno en litigio, yo solamente di orden para que la cuidaran y como ellos se dieron cuenta que la habían trabajado y les dio rabia y por eso hicieron esos daños.
Primer Encuentro de Cronopios
El caso de la huerta de tomates II
Capítulo Dos: Lo que siguió diciendo el campesino
Acudí entonces a la Defensoría del Pueblo. Esfuerzo inútil también porque hasta el sol de hoy esa flamante y novedosa oficina de los derechos humanos no hizo ni ha hecho absolutamente nada. Con mi angustia, desesperación y con la moral y el sentido de nacionalidad por los talones, el 2 de septiembre, a las 2:30 de la tarde presenté ante el señor Alcalde Popular, una querella por la invasión de mi predio rural, y hasta la fecha sólo se me dijo que se había mandado a la Inspección de Policía Municipal y el Alcalde de La Ceja no tuvo la más mínima sensibilidad social y simplemente, a pesar de la perentoriedad de los términos de que habla ese decreto, se limitó a delegar, lo que debía haber atendido directamente, porque era un hecho grave, pues un ciudadano de su municipio había sido asaltado y a punta de bala sacado de su finquita campesina, de su hogar, despojado de todos sus enseres personales, acabados sus cultivos y estaba al arbitrio de la caridad de familiares y vecinos y el Alcalde olímpico, nada hace, remite el expediente a otra oficina que no tiene menos autoridad y mando, pues el Alcalde hubiera podido dar cumplimiento al procedimiento que trae ese Decreto y como colombiano me hubiera sentido orgulloso de mis autoridades.
La Inspección envió un policía, éste fue a la finca con un hijo mío, entró a la casa vecina, los hombres lógico se habían escondido, como era lógico pensar. Encontró al guardaespaldas quien no se intimidó en lo más mínimo porque está acostumbrado a enfrentar la autoridad, se le decomisó una escopeta, se lo retuvo por la policía y luego a las dos o tres horas se lo soltó.
Acudí entonces ante el Gobernador a ver si éste tiene más sensibilidad que todos los demás y piense que soy un padre de familia, sin techo, sin dinero, sin cultivos, sin los animales de labranza, sin los enseres de la casa campesina, y de cultivo, despojado por gente mala de todo lo más elemental de que puede disfrutar en estos momentos cualquier colombiano, despojado además del sentimiento de familia, de hogar, y perseguido por unos delincuentes que cuando sienten mi presencia, o la de alguno de mi familia, inmediatamente lo amenazan diciéndole: "ya saben que no pueden poner un pie en el camino, ni aquí, si quieren permanecer con vida". Hasta al niño menor de doce años lo tienen marginado de su casa; ninguno de mi familia puede poner un pie en nuestra propiedad, y aun en los alrededores, y allí tengo el pan de mi familia porque tengo la cosecha de café que vale más de quince millones de pesos y creo que ésto es lo que buscan también los delincuentes, despojarme de los dineros provenientes de la cosecha..."
La narrativa cejeña
Arrepentimiento
Por Henry Posada Losada
In memoriam del padre, Tiberio Fernández Mafla